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Hace dos días que me vengo sintiendo un poco triste. Se respira un cambio en el ambiente y no he podido identificar exactamente qué cambio, qué tristeza. El sentimiento era como si hubiera dejado algo atrás para embarcarme en una nueva aventura, una aventura tenue y pacífica. ¿Dejaré de difundir conocimiento espiritual en mis teleconferencias?, me preguntaba. ¿Redefiniré por completo lo que hago para moverme hacia una nueva fase? ¿Abandonaré mi cuerpo? ¿Qué cambio se avecina como para cambiar mi vida de esa manera?
Finalmente esta mañana, mientras meditaba, di con el quid de la cuestión.
¿Has visto la película El señor de los anillos o leído la trilogía de Tolkien del mismo nombre? Si es que sí, quizás recuerdes una de las escenas finales donde los elfos, Bilbo, Frodo y Gandalf se suben a una preciosa barca de madera y empiezan a navegar, alejándose del puerto hasta perderse de vista. Parten hacia un nuevo mundo. ¡Así es!, pensé, ese momento de la película representa perfectamente mi sentimiento.
Es como si me hubiera subido a una barca y estuviera navegando hacia lo desconocido. Lo desconocido no da miedo. En realidad es bastante pacífico. Alberga esa sensación de regresar hacia algo olvidado desde hace mucho tiempo.
Es el hecho de mirar hacia atrás lo que lo hace doloroso y triste. El abandonar el viejo mundo, las viejas costumbres, las viejas estructuras. El dejarlo todo atrás. Despedirse de un viejo amigo.
Rama, mi maestro espiritual de esta y otras vidas, usaba una expresión para referirse a este fenómeno que parece estar ocurriendo: la separación de mundos. En las décadas de los ochenta y noventa, cuando lo escuchaba decir esta frase, nunca supe bien qué quería decir. Más tarde en el 2004, mientras realizaba el trabajo energético de desconectar las estructuras subyacentes del Patriarcado, tuve una experiencia directa con la separación de mundos —al menos a un nivel energético—. Quizás esa experiencia fue un presagio de aquello que con el tiempo sucedería en el mundo tridimensional.
Me doy cuenta de que la frase no tiene mucho sentido para la mente racional, pero no sé de qué otra forma expresarlo. Supongo que Rama tampoco. Algo que se divide en dos. Una realidad que se divide en dos realidades separadas.
No es algo malo, por supuesto. Simplemente es parte del proceso de ascensión. Todos lo sabemos: tarde o temprano nos separaremos del mundo que hemos conocido. Cuanto más avancemos en nuestro propio proceso de ascensión, de más cosas tendremos que despedirnos: personas, lugares, compromisos, deseos, sistema de creencias, estados mentales. Incluso la paz y el equilibrio que como buscadores espirituales trabajamos tan duro por alcanzar, en los estadios finales de nuestra búsqueda deben ser honrados y puestos a descansar. Y al final, sólo queda el eco de “no queda nada, no queda nada”.
¿Esto nos tiene que alarmar? ¿Hay alguna decisión inminente que debemos tomar? ¿Hay algo que necesites “hacer”?
En absoluto. Esto va más allá de los cuerpos emocional, intelectual y físico. Lo que está ocurriendo va más allá del espectro humano. Si hay alguna decisión por tomar, se tomará desde lo más profundo de tu corazón. Simplemente un giro interior, un instante para mirar atrás.
No necesitas preocuparte. No necesitas decidir. Simplemente vive cada día de forma impecable y siguiendo a tu corazón. Relájate. Confía. Observa lo que tu cuerpo de consciencia hace a cada momento.
¿Cambiará el mundo físico? No lo sé. Tendremos que esperar y averiguarlo, ¿no?
Todo lo que sé es que si existe el sentimiento de dolor o tristeza, entonces lo mejor es darse vuelta como un niño pequeño y tener curiosidad. Darle la bienvenida. Abrazarlo. Fundirse con el sentimiento. Y contemplar cuidadosamente cómo se va extinguiendo.
Y luego, sigue adelante.