Percepción Vs. Mente

Lucia René

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Medito desde hace más de 40 años, e incluso después de 30 años de práctica la experiencia de la meditación era confusa.

Cuando aprendí a meditar me enseñaron que el objetivo era detener cualquier pensamiento o impresión de pensamiento de la mente. Mis maestros sugerían que los pensamientos limitan a la persona y que, por medio de la meditación, uno puede aprender a controlar los pensamientos, entrenar a la mente a concentrarse, y a la larga, detener cualquier pensamiento: una práctica que conduce a la liberación.

Y eso es verdad.

Sin embargo, la asimilación de esas instrucciones por medio de la mente dual y en un ambiente moralmente estricto quedó registrada en mí como “el pensamiento es malo”.

El pensamiento no es malo. Los pensamientos son generados por la mente y en realidad son bastante útiles.

Sin embargo años más tarde, incluso tras haber cambiado mi actitud hacia el pensamiento, seguía confundida. Me sentaba a practicar en postura de loto todos los días y lograba suspender los pensamientos, pero siempre pensaba “¿por qué sigo teniendo esta sensación de yo soy? Estoy meditando… Acabo de detener cualquier pensamiento”.

Lo que me confundía era el concepto de percepción e intelecto.

La percepción es esa parte de nosotros que percibe, ya sean cosas fuera de nosotros mismos del mundo físico tridimensional o dentro de los planos interiores. Algunos lo denominan el “testigo” o el “observador”.

La percepción no tiene nada que ver con la mente. La percepción simplemente percibe. Es una especie de destello de consciencia con el que alumbramos y observamos un flujo de energías interiores o exteriores. Es totalmente carente de pensamientos. La percepción está presente incluso cuando tenemos pensamientos en la mente.

El intelecto, por otra parte, recoge aquello que se percibe y lo lleva a la mente consciente pensante. Se trata de una facultad muy útil que se ha otorgado a los seres humanos y que forma parte del paquete que adquirimos al encarnar. Es una herramienta que reside “en el ático” y que cuando se emplea correctamente, nos ayuda a resolver problemas, elaborar la lista de las compras y calcular cuánto debemos de impuestos.

Lo esencial es: el pensamiento surge de un mar de consciencia pura y se manifiesta como pensamiento. Si realmente durante la meditación logras que todo vaya más lento y registras lo que está ocurriendo, podrás observar el surgimiento de una impresión, la formulación de un pensamiento, y la relajación del pensamiento al replegarse en la consciencia pura.

Y durante el tiempo en el que esto ocurre, la percepción percibe. Primero la percepción, luego la percepción percibiendo el pensamiento, y nuevamente, sólo percepción.

Así que si logras detener el pensamiento durante la meditación, incluso durante algunos segundos, eso es Samadhi –o al menos uno de los Samadhis más bajos–, un estado de pura percepción. El “yo”, el “observador”, sigue ahí pero la mente está quieta.

Samadhi es el principio del fin para el yo personal causante de sufrimiento. Es el principio que permite al Ser Universal dominar la consciencia. Es tu billete hacia la libertad.

Realmente no es tan complicado llegar a Samadhi y acelerar tu viaje hacia la libertad. Es como todo: tienes que practicar si quieres ser bueno en ello.